28 febrero 2011

VIII Crónica de la visita del Obispo de Málaga a la Misión Diocesana en Venezuela (10 al 17 de Febrero 2011)

Miércoles, 16 y Jueves, 17 de Febrero. Viaje a Caracas y despedida

El miércoles fue el día de la despedida de Caicara para D. Jesús, nuestro obispo. La última eucaristía de su estadía en la Misión, fue en la intimidad con sus sacerdotes y el arzobispo Mons. Medardo, quién presidió la concelebración a las 7 de la mañana, dirigiendo también el oficio de Laudes.


Algunos fieles que se enteraron previamente de esta celebración, acudieron para participar de la Eucaristía y despedirse de D. Jesús, el obispo y de D. Antonio Collado, su vicario. Proclamaron las lecturas de la Palabra, recitaron los Salmos del Oficio Divino los que llevaron Liturgia, participaron en la oración de los fieles…


Alrededor de veinte personas las que se hicieron presente esa mañana en el Templo Ntra. Sra. de la Luz.


Al terminar la celebración los fieles también se despedían en la puerta de la Iglesia de Mons. Medardo Luzardo, el arzobispo, quién esa misma mañana regresaba a Ciudad Bolívar, y les agradecían una vez más su visita junto al obispo de Málaga, pues reconocían en ellos una doble bendición del Señor para con su pueblo.


También se despidieron con emotividad de su anterior párroco, el P. Antonio Collado, a quién siguen “extrañando” y queriendo mucho.


Enseguida nos fuimos para desayunar a la casa parroquial, una vez allí, llegó Alberto, un joven indígena eñepá de Guarataro, se había enterado que Antonio estaba allí, fue a verlo y a despedirse de él, a pesar de que estaba con fiebre y tiritando de frío a causa del paludismo que había contraído recientemente en la zona minera. Fue un momento entrañable, de alguna manera, este indígena le agradecía de esa forma, todo lo que Antonio y la Misión habían hecho por él para que culminara sus estudios.


Nos fuimos al puerto de Caicara para hacer cola y agarrar la “Chalana” (ferry) que cruza el río Orinoco desde Caicara (Estado Bolívar) hasta Cabruta (Estado Guárico) en la otra orilla, y seguir rumbo a Caracas, cerca de 500 km. Mons. Medardo, junto con su hermana Ana María, y algunos feligreses también fueron a despedirnos; mientras salía la chalana, prevista para las 9 de la mañana, algunas indígenas “panares” se aceraban a los obispos y a nosotros para vender los collares de artesanía que sustentan su economía familiar.


Mientras llegaba la hora, los obispos, acompañado del P. Amalio tuvieron ocasión de seguir conversando, a la vez que contemplaban el río Orinoco desde la rampa del puerto.


Llegó la hora de embarcar en la chalana, a nosotros nos colocaron de “primerito”, en primera fila, ya que los carros “pequeños” han de ir en esa posición para equilibrar el peso y no tener problemas durante la travesía, que duró hasta llegar al puerto de Cabruta una hora y media, son 12 km. en perpendicular desde Caicara, pero en este tiempo de sequía, recorre más porque hay que bandear las islas que salen en medio del río durante esta época.


Nuestro carro Toyota, a pesar de que es de los más pequeños de los que iban en la chalana, es el más grande que tenemos en la Misión, y el más nuevo, 2 años (el otro que nos queda va para 14 años y en malas condiciones, y un tercero que tenía diez años lo robaron hace meses; por eso utilizamos éste para los viajes largos, tiene el suficiente espacio, incluso puede cargar a hasta 10 personas atrás, y por supuesto para llevar maletas, íbamos relativamente cómodos ya que sólo éramos cuatro en este viaje.


Como la travesía para cruzar el Orinoco es bastante larga, hubo tiempo para todo. D. Jesús, aprovechó un buen rato para leer, meditar y orar con su “Ipad”, que contiene y guarda numerosa información, toda la Biblia, la Liturgia de las Horas, numerosos documentos de la Iglesia, etc., bueno, un obispo puesto al día, utilizando las nuevas tecnologías al servicio de la espiritualidad y la pastoral.


También hubo tiempo para contemplar la belleza de la naturaleza, las curiaras atravesando el Orinoco,


ver pasar otra chalana cargada de vehículos dentro de un marco y paisaje maravilloso…


… y sobre todo momentos para el encuentro, para la convivencia, para el diálogo, el compartir tranquilo, sereno; es lo que necesitábamos, echábamos todos en falta y no habíamos tenido los días previos, más volcado hacia el conocimiento general de la Misión y de sus comunidades en el inmenso y extenso territorio bajo nuestra responsabilidad. Esto lo hicimos no sólo cruzando el río Orinoco, sino sobre todo en las 7 horas de viaje desde Cabruta hasta Caracas, muy relajantes para el Sr. Obispo, para Juande y para Manolo, pues la mayor parte del camino fue manejando el P. Antonio. Muy buenos recuerdos nos ha quedado de ese recorrido y sobre todo de los diálogos con D. Jesús, su valoración sobre los días vividos, sus recomendaciones, su deseo de seguir apoyándonos en todos los sentidos, su apuesta por la Misión Universal. Todos vivimos esta experiencia como una gracia, un regalo, una gran bendición para nuestra vida sacerdotal y misionera.


Llegamos a Caracas cayendo la tarde, se nos hizo de noche, nos hospedamos en el Hotel Plaza Venezuela de la Avda. La Salle, junto a la Nunciatura Apostólica. Después de rezar juntos las Vísperas, cenamos en el restaurant del hotel, donde proseguimos nuestra honda, sincera y respetuosa tertulia, que ayudó a conocernos más, contar experiencias vividas, despejar ciertos “fantasmas” sobre el futuro de la Misión, y a fomentar la amistad y la fraternidad sacerdotal.


Al día siguiente, jueves 17, lo primero que hicimos fue preguntar en la Nunciatura Apostólica, si podíamos celebrar Misa en la capilla, pues no conocíamos ninguna otra Iglesia por aquel sector. Nos dieron el permiso, pero no sólo eso, el mismo Nuncio del Papa en Venezuela, Mons. Pietro Parolín, salió a recibirnos y conversó unos minutos con D. Jesús y con todos; estaba acompañado en esos momentos por el Nuncio de Rumanía y Moldavia, Mons. Francisco Javier Lozano Sebastián, natural de Segovia (España), quien por cierto es muy conocido de D. Jesús Catalá, nuestro obispo, fue una agradable sorpresa verse de manera inesperada y “providencial” en esos momentos. Mons. Parolín, manifestó su reconocimiento por la gran ayuda que la diócesis de Málaga está prestando a una de las diócesis más pobres de este país, y nos animó a que sigamos apoyando a esta Iglesia del Oriente de Venezuela, uno de los territorios con más escasez de clero de toda Latino América (actualmente con 22 sacerdotes, incluyendo extra-diocesanos y religiosos).


Celebramos la Misa en la intimidad, también fue éste para nosotros un verdadero “kairós”, un momento de gracia y de agradecimiento a nuestro Dios providente. Al finalizar la eucaristía, un sacerdote polaco que nos atendió nos tomó una foto que apreciamos mucho, en este lugar el Papa Juan Pablo II, en sus visitas a Venezuela ha orado largos ratos.


Al salir de la Nunciatura, fuimos a desayunar al hotel, y mientras estábamos allá, vino a vernos el P. Cristóbal Domínguez, Carmelita Descalzo, un caraqueño hijo de padres malagueños, quien hace varios años colaboró con el P. José María Ramos Villalobos, en la parroquia San Manuel y Virgen de la Peña en Mijas-Costa. Fue un momento muy bonito y gratificante para todos, el Señor nos estaba regalando muchos momentos de comunión y fraternidad sacerdotal durante esos días de despedida. Con la simpatía, generosidad y alegría que le caracteriza, él mismo en su “carrito” nos llevó al centro de Caracas y allí mismo nos despedimos agradeciéndole su hermoso gesto. Antes de bajar al aeropuerto, quisimos ver al menos la Catedral y sus alrededores.


En la catedral nos recibió su párroco, el P. Juan Carlos Silva, quien muy gentilmente fue guiándonos a conocer lugares significativos de la misma, así como su historia.


También nos brindó dentro de la casa parroquial, un cafesíto muy sabroso y unas galleticas, como suelen hacer siempre los venezolanos cuando alguien llega a su casa, pues se distinguen por su gran hospitalidad.


Desde allí, como aún teníamos tiempo, fuimos por el centro buscando la Iglesia de Santa Teresa, cruzamos por el Capitolio, donde se reúne la Asamblea Nacional,


pasamos por la Plaza Bolívar, donde había una concentración oficialista, del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), seguidores del Presidente Chávez,


y caminando llegamos a la Iglesia de Santa Teresa, construida por Guzmán Blanco, a finales del siglo XIX (este presidente expropió todos los bienes de la Iglesia, pero como su esposa Teresa era muy devota, en su honor construyó este hermoso templo, construido sobre la antigua iglesia de San Pablo, donde se venera una de las imágenes de Jesús más famosas y con más devotos de Venezuela: “El Nazareno de San Pablo”)


En esta Iglesia, primero ante el sagrario, donde se podía leer la hermosa frase del evangelio: “Este acoge a los pecadores” , y luego ante la imagen del Nazareno, oramos unos minutos. Pudimos apreciar la cantidad de personas que constantemente visitaba esta basílica. Luego nos fuimos a recoger las cosas porque teníamos que ir hacia el Aeropuerto de Maiquetía, en la zona de La Guaira, a unos 30 km. de Caracas.


Camino del aeropuerto se puede apreciar los “ranchitos” de Caracas, (en Brasil se llaman “favelas”), montañas totalmente cubiertas de estas típicas casas de familias humildes, que rodean el Valle de Caracas, de noche parece un auténtico “Nacimiento” y es una belleza contemplarlo con sus luces, pero son casas, barrios, construidos de manera informal y anárquica, donde viven millones de personas, muchas veces en condiciones infrahumanas, de difícil acceso, y con un alto índice de pobreza y como consecuencia de ello de delincuencia.


Bajamos a Macuto, en el litoral del Estado Vargas, muy cerquita del aeropuerto (lugar donde hace 12 años se produjo la tragedia por las inundaciones y deslaves que causaron 30.000 víctimas fatales), almorzamos y brindamos juntos por la Diócesis de Málaga, por la Misión Diocesana, y por el feliz retorno de D. Jesús y D. Antonio a la diócesis. En el aeropuerto después del chequeo y el pago de las correspondientes tasas aeroportuarias, cruzaron la puerta de embarque y nos despedimos diciéndoles: ¡Gracias D. Jesús!, ¡Gracias Antonio!, ¡Hasta pronto!


Siempre estará D. Jesús presente en la mente y en el corazón de nuestras personas, de todos los cristianos y comunidades que ha visitado en el territorio de la “Misión Diocesana de Caicara del Orinoco”. Dios le bendiga y acompañe siempre. Oramos a Papá-Dios por usted, para que siga siendo un obispo Universal y Misionero.

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